martes, 1 de abril de 2014

Todo es efímero, nada eterno.

Las luces de las farolas y viviendas comienzan a encenderse, la oscuridad se apodera de las calles de la ciudad y en algún extraño balcón una joven descansa en el alféizar de la ventana.
Contempla el horizonte, las estrellas y la luna, la metrópoli que se extiende a su alrededor y un avión que surca el cielo en ese momento.

Todo es efímero, nada eterno


Cierra los ojos durante un incontable periodo de tiempo, al abrirlos el pájaro de metal ha desaparecido, dejando como única huella de su paso, una espesura blanca, similar al algodón.


Todo es efímero, nada eterno. 

Ahora, la luz del segundo piso del edificio de enfrente se enciende, la bombilla del apartamento de la derecha se apaga, todo con un único clic.

Todo es efímero, nada eterno.

Cierra los ojos.

Presiona tus párpados con fuerza y quizás puedas tocar la ciudad, el horizonte o las estrellas, incluso el avión, pero recuerda que todo es efímero y nada eterno.

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